“Alguien debería hacerlo”: Ideas en torno al rescate de historietas en Chile
Por Claudio Alvarez M.
Hace pocas semanas, el Día del Patrimonio para ser preciso, dije presente en una nueva edición del encuentro “Dibujos que Hablan”, probablemente el único evento dedicado íntegramente a la difusión de la historieta y su investigación en Chile. Me invitaron a conversar sobre un tema del que normalmente se habla poco (al menos así me parece… aunque está la posibilidad de que sea yo el que hable poco al respecto): el rescate de historietas en Chile, nuestro patrimonio historietístico, sus obras y autores.
El panel incluyó a participantes de lujo, como Jorge Montealegre (poeta, periodista, ensayista y guionista de humor chileno), Isabel Molina (periodista, investigadora y editora) y Moisés Hasson (autor, investigador y editor), en una charla moderada por el periodista y editor Claudio Aguilera, jefe del Archivo de Láminas y Estampas de la Biblioteca Nacional.
Se me ocurrió compartirles algunos de los puntos que conversamos, luchando contra mi pésima memoria, para que esas ideas no queden en el aire, como ecos en las restauradas paredes del centro cultural Casa Palacio Elguín, ahí entre locales de venta de goma, en plena Alameda.
Love is old, love is new
No conozco a nadie que rescate y/o restaure historietas que realmente no ame este medio. Si consideramos que la venta de cómics tiene un público de nicho dentro del universo de lectores en el país, estamos hablando de un ‘nicho dentro del nicho’. Ya lo resumió Jorge González en Sudamerican Rockers: “este es un negocio, pero un pésimo negocio”. Rescatar es un trabajo que la mayoría de las veces requiere más tiempo y recursos que un cómic “normal”, y en el que se recolectan más aplausos que réditos económicos. La recompensa, finalmente, es el logro mismo: la publicación de una obra que queríamos volver a visibilizar, y la satisfacción de ponerla de nuevo en las manos de los lectores y lectoras. Que no se lea esto como un muro de los lamentos. Acá no hay espacio para quejas: nadie nos mandó a meternos en esto.
Ya sea en el proyecto de reedición de alguna obra antigua propia (y por antigua me refiero a material publicado hace más de 20-30 años), o en el rescate de comics hechos por terceros, hay desafíos que bien vale la pena tener en cuenta a la hora de tomar la decisión de desarrollar un proyecto de este tipo.
Esas decisiones difíciles
El primero -y probablemente el más obvio- tiene que ver con la calidad del material. Es muy distinto trabajar desde los dibujos originales (que rara vez se conservan), que a partir de las revistas de la época. El papel y el color de esos años pueden ser una pesadilla a la hora de intentar su restauración: a la mala impresión (tintas disparejas, colores descalzados, etc.), se suma el deterioro de los años. Esto implica que a veces hay que conseguir varios ejemplares de la misma revista, lo que no es tarea fácil ni barata, para lograr un mejor resultado: algunas páginas estarán en mejores condiciones en una y otras se rescatarán de las otras opciones. Luego vendrá el proceso de limpieza digital, eliminación de los colores y retoque digital de las tintas, que nos permitirá rescatar el trazo original. Pero antes está la pregunta… ¿qué publicaremos? ¿Haremos un escaneo sin restauración profunda para publicar rápido y ahorrar costos? ¿será una edición facsimilar? ¿restauraremos y volveremos a colorear? ¿usaremos colores planos o modernos? ¿publicaremos en blanco y negro? ¿usaremos los rótulos originales o rotularemos todo de nuevo? La respuesta definirá la cantidad de trabajo y el presupuesto.
Restaurar confianzas
Luego (puede ser antes, no necesariamente es el orden lógico), está el siempre espinudo asunto de los derechos, que implica necesariamente una conversación entre los editores o editoras y quienes crearon el material original. O en caso de que ya no estén con nosotros, sus familias. ¿Cómo explicarle a alguien que el trabajo con el que compró su casa, educó a sus hijos y vivió por años, hoy vale tan poco? ¿Que ese material del que se imprimían cientos de miles de ejemplares en Chile y el extranjero ya no tiene un público masivo? Lo cierto es que en el caso de las familias, puede ser una tarea imposible. No son pocas las historias de editores intentando hacer entender a hijos o viudas que no hay “millones” detrás de la edición de un cómic donde un antiguo dibujante o guionista participó. La mayoría de las veces generar confianza y mostrar que el editor o editora no es un “aprovechador(a)” es lo que separa una obra que se vuelve a publicar de una que nunca volverá a ver la luz.
Finalmente está el tema de la comercialización. ¿Es conocido el autor o la obra? ¿Qué es lo que tenemos que contarle a la gente para que se entusiasme con el título? Muchas veces parte de la tarea de promoción consiste en transmitirle a los lectores y lectoras de qué se trata el libro, quién es o fue el autor, contextualizar la época de publicación y por qué es importante que lo compren. Algunos, con suerte, se entusiasmarán con esos argumentos; otros simplemente mirarán el libro en una feria y lo comprarán por curiosidad o porque les gustaron los dibujos; y están los menos: los fans de esa época que se reencuentran con un material que leyeron en la infancia. Verlos reconocer esas páginas viejas décadas después, es un premio para quienes hacemos esto.
Una tarea urgente
El momento siempre es ahora. Cada día que pasa, y más allá de la labor de instituciones como la Biblioteca Nacional, las revistas antiguas, impresas en papel de mala calidad, se deterioran más. Hay miles de historias, de talento, de recuerdos de una época en que existía una industria generadora y exportadora de historietas que están desapareciendo lentamente, a vista y paciencia de todos.
Ahí viene una frase que todos hemos escuchado… “alguien debería rescatar esa revista”; “alguien debería volver a editar…”; “alguien podría publicar cómics de ese autor”. Ese ‘alguien’ ya existe. Los invito a que descubran esas viejas nuevas historias y apoyen sus ediciones: es la única forma de que nuestra ‘herencia’ comiquera no quede solo como recuerdo. Todos y todas podemos ser ese ‘alguien’ que marque la diferencia.
Interesante reflexión. También a considerar el patrimonio escaso del dibujo animado chileno
https://jaimegalo.tv/serey.htm